Alternancia – Revista de Educación e Investigación

www.revistaalternancia.org

ISSN: 2710 - 0936 | ISSN-L: 2710 – 0936

Vol. 4. No. 7 | Enero - junio 2022 | Páginas 87 – 96

 

 

De la evaluación a la valoración de los aprendizajes: una mirada crítica y decolonial

From evaluation to assessment of learning: a critical and decolonial view

 

Ramón Pérez Ruiz

ram77_2@hotmail.com

https://orcid.org/0000-0002-8411-9775

Escuela Primaria Ejército Mexicano.Secretaria de Educación Federalizada de la Secretaría de Educación Pública, Naucalpan de Juárez, México

 

Recibido: abril de 2022  /  Arbitrado: mayo 2022  /  Aceptado: junio 2022  /  Publicado en julio 2022

 

RESUMEN

Este  texto  ubica  a  la  evaluación  como  una  práctica  surgida  en  las  sociedades  hegemónicas  capitalistas para eficientar los procesos y los productos; y es trasladada al campo educativo para los mismos fines, es decir, para la producción de mano de obra para el trabajo y a la generación de plusvalía. Desde una metodología etnográfica participativa, aquí se analiza críticamente los alcances y las limitaciones de la evaluación, así como un análisis conceptual de la valoración como una categoría inherente en las prácticas socioculturales del pueblo indígena tsotsil de Chiapas, México. Así mismo, se realiza un trabajo de valoración de las subjetividades, las prácticas escolares y los discursos de los educandos a partir de un trabajo pedagógico en una escuela primaria y se concluye que, si la evaluación es un instrumento colonial de dominación, urge descolonizarla, a partir de las aportaciones de los pueblos originarios.

 

Palabras clave: evaluación de los aprendizajes; valoración; examen escolar; subjetividades y de-colonialidad

 

ABSTRACT

This  text  places  evaluation  as  a  practice  that  emerged  in  hegemonic  capitalist  societies  to  make  processes and products more efficient; and it is transferred to the educational field for the same purposes, that is, for the production of labor for work and the generation of surplus value. From a participatory ethnographic methodology, here the scope and limitations of evaluation are critically analyzed, as well as a conceptual analysis of valuation as an inherent category in the sociocultural practices of the Tsotsil indigenous people of Chiapas, Mexico. Likewise, a work of evaluation of the subjectivities, the school practices and the speeches of the students is carried out from a pedagogical work in a primary school and it is concluded that, if the evaluation is a colonial instrument of domination, it is urgent to decolonize it, from the contributions of the native peoples.

 

Keywords: evaluation of learning; assessment; school examination; subjectivities and de-coloniality

 

INTRODUCCIÓN

La evaluación es una práctica inherente en  la  actividad  humana.  Tanto  el  campesino  o  indígena  analfabeta  como  el  especialista  de  alguna  rama  profesional  realizan  una reflexión  y  análisis  del  trabajo  emprendido para valorar los alcances y las limitaciones y, de ser necesario, resignificar y reorientar el sentido de la acción.

Desde  el  campo  educativo  la  evaluación  es  inherente  en  la  práctica  docente.  El  acto  de  evaluar  es  una  práctica  cotidiana  en  las  escuelas del Sistema Educativo Nacional (SEN) mexicano. Es el deber y constitución del ser del educador. Somos expertos en el conocimiento y diseño de los instrumentos de evaluación, principalmente el examen escrito o la prueba objetiva, como un elemento histórico que, a través de los años, se ha concebido como un instrumento  determinante  de  la  evaluación  de los aprendizajes que ha definido y decidido el  futuro  de  los  educandos,  incluso,  con la  reprobación,  ha  orillado  a  muchos  a  la deserción  escolar  o,  en  casos  extremos,  al suicidio. La reprobación escolar es la extrema expresión   de   la   función   represiva   de   la   evaluación por ser determinante y que define el futuro del sujeto.

La  evaluación  desde  la  perspectiva funcional  al  sistema  dominante,  colonial y  capitalista,  ha  sido  el  tema  de  análisis  y debate de colectivos, educadores, académicos e investigadores que, desde la visión crítica y  decolonial,  intentamos  develar  la  función tradicional  y  dominante  de  la  evaluación, por  lo  tanto,  es  importante  la  re-lectura  y la  reconceptualización  en  la  investigación educativa, pues, desde el Sur, desde la acción colectiva  y  comunitaria  de  los  pueblos originarios,  es  posible  resignificar  dicha categoría,  y  parafraseando  al  movimiento zapatista  de  Chiapas,  otra  evaluación  es posible, más formativa y humana.

A partir de esta perspectiva es necesario reconceptualizar la evaluación desde su función ética-formativa  y  no  técnica administrativa. La evaluación es para dialogar, comprender y mejorar, indica Santos Guerra, (1993) y no para  jerarquizar,  sancionar  o  dominar,  es decir, debe tener un sentido contribuyente a la subjetividad del educando, para la formación y mejorar el ser, y este es el verdadero sentido ontológico formativo de la evaluación.

Sin  embargo,  este  texto  ubica  a  la evaluación   como   una   práctica   surgida   en   las    sociedades    hegemónicas    capitalistas    para eficientar los procesos y los productos; y es trasladada al campo educativo para los mismos fines, es decir, para la producción de mano de obra para el trabajo y a la generación de  plusvalía.  Por  eso,  aquí  se  analiza conceptualmente tanto la evaluación como la valoración, esta última categoría es inherente en las prácticas socioculturales de los pueblos del Sur, y el Sur es usado aquí como metáfora del   sufrimiento   humano   sistemáticamente   causado por el colonialismo y el capitalismo globales (De Sousa, 2011).

Se trata entonces de analizar las prácticas y  los  discursos  de  la  niñez  en  una  escuela primaria  y  de  los  comuneros  de  un  pueblo tsotsil de Nuevo San Juan Chamula, Municipio de Las Margaritas, Chiapas, México, así como de  analizar  conceptualmente,  los  alcances y  limitaciones  de  la  evaluación  y  de  la valoración  de  los  aprendizajes  desde  estos contextos situados.

Como  preguntas  para  la  reflexión  en este   texto:   ¿Tenemos   otra   alternativa   de   evaluación más integral, crítica y horizontal? Este  texto  busca  la  reflexión  del  concepto, sus  implicaciones  y  las  alternativas  de evaluación  o  valoración  desde  la  mirada  de  otras sociedades no hegemónicas, desde los pueblos del Sur.

 

Problematización y Marco Teórico

En el libro La evaluación educativa, María Antonia  Casanova  indica  que  el  término evaluación   aparece   a   partir   del   proceso   de  industrialización  de  Estados  Unidos a  principios  del  siglo  XX,  y  su  presencia modificó  la  organización  sociofamiliar  y educativa  norteamericana  y  en  el  resto  del mundo,  “obligó  a  los  centros  educativos a   adaptarse   a   las   exigencias   del   aparato   productivo”  (1998:  28).  Esta  aparición  en medio  de  la  administración  industrial  deja ver con claridad su uso técnico y cuantitativo como instrumento administrativo y de control de  calidad  de  los  procesos  y  productos;  en consecuencia “las escuelas eran concebidas como fábricas, los estudiantes como materia prima,  y  los  conceptos  educativos  de conocimiento, valores y relaciones sociales se reducían a términos de neutralidad, técnica, y a un razonamiento estricto de mediosfines” (Giroux, citado por Casanova, 1998: 28).

Tal      es      la      trascendencia      de      la      evaluación    al    campo    educativo    para    la    formación  meritocrática  de  los  “recursos humanos”  para  la  producción  eficiente  del neoliberalismo económico y deja entenderla conceptualización  de  lo  humano:  como un recurso/cuantificable  y  no  como  ser/cualificable, por lo tanto, adaptar y supeditar la evaluación al aparato productivo significa la deshumanización de la evaluación.

Desde   esta   lógica   industrial,   la evaluación  educativa  y  de  los  aprendizajes son requerimientos   de   las   sociedades hegemónicas capitalistas  y  coloniales  en tanto  subyacen  en  su  seno  la  colonialidad del  poder,  del  ser,  del  saber  y  de  la colonialidad  cosmogónica  (Walsh,  2009a), como  mecanismos  de  control  político  de  las  sociedades  coloniales  a  partir  de  procesos  educativos,  cuya  visión  es  la  clasificación  y jerarquización  de  los  estudiantes  a  través de  variadas  estrategias,  desde  los  llamados cuadros  de  honor,  las  Olimpiadas  del conocimiento  infantil  hasta  la  asignación  de  calificaciones con determinada temporalidad, cuyos instrumentos básicos con trascendencia universal, han sido y son los exámenes escritos, homogéneos  y  estandarizados,  diseñados, según  sus  alcances,  muchas  veces  por “expertos” ajenos a las escuelas y comunidades y en función del curriculum formal también ajeno a los saberes comunitarios o locales.

Desde  la  perspectiva  de  Focault  (2009) en su libro Vigilar y castigar, en la aparente simple   expresión   del   educador   o   de   los   padres  y  madres  de  familia  hacia  sus  hijos o  hijas:  “estudia  para  el  examen”,  hay  un poder  disciplinario  que  tiene  como  función enderezar  conductas  y  fabricar  individuos, cuyo  éxito  está  en  función  con  el  examen, donde la escuela se convierte en una máquina pedagógica  de  control,  vigilancia  y  castigo para educar cuerpos vigorosos, competentes y obedientes, por eso, el autor afirma que el examen es:

una vigilancia que permite calificar, clasificar y castigar [...] Porque en esta  pobre  técnica  se  encuentran  implicados   todo   un   dominio   de   saber, todo un tipo de poder [y] el examen,  en  la  escuela,  garantiza el  paso  de  los  conocimientos  del  maestro al discípulo (Focault, 2009: 215-217).

En  esta  construcción  vertical  del  saber  a  través  del  examen  escrito  en  función  del  curriculum    prescrito    es    la    explicitación    de  la  dominación  de  los  cuerpos  y  de  las subjetividades  de  los  educandos  desde el  aparato  escolar  y  subyacen  en  su  seno la  colonialidad  del  saber,  del  poder,  del ser  y  cosmogónica,  según  Walsh,  citado anteriormente,  que  permite  la  formación de hombres y mujeres dóciles adaptables a las  circunstancias  coloniales  y  capitalistas en  detrimento  de  su  liberación,  y  convierte a las prácticas pedagógicas y a las escuelas como  procesos  y  espacios  de  dominación: la   educación   como   aparato   ideológico   al   servicio   del   poder   hegemónico   capitalista   y colonial. En este sentido, la evaluación es inherente  en  las  sociedades  hegemónicas-capitalistas como un mecanismo de control en las  sociedades  industrializadas  y  coloniales. Esta  afirmación  invita  a  la  reflexión,  a  la autoreflexión y realizar un giro decolonialde la  evaluación  para  generar  alternativas  de  acción.

Mirar la evaluación desde los pueblos del Sur  nos  invita  a  repensar  la  palabra.  Desde  la  antropología  educativa,  María  Bertely, en  su  libro:  Sembrando  nuestra  educación  intercultural  como  derecho,  indica  que  es necesario:

rescatar  las  formas  de  evaluación  implícitas en la cultura (...) Es decir, no se evaluarán las actitudes, las habilidades   o   los   conocimientos   de  forma  aislada  o  abstracta,  a través  de  pruebas  específicas  o especializadas,  en  las  que  los contenidos  se  presenten  aislados  de su aplicación práctica, sino que se evaluaran de manera vivencial y concreta (Bertely, 2009b, p.130).

Rescatar  las  formas  de  evaluación implícitas en la cultura” significa darle un giro decoloniala  la  evaluación.  Si  la  evaluación  es  un  instrumento  colonial  de  dominación, es  necesario  descolonizarla.  Y  descolonizar significa  quitar  esas  categorías  coloniales implícitas  y  explicitas  en  la  evaluación  de corte industrial que jerarquiza, selecciona y una vigilancia que califica, clasifica y castiga, según Focault, citado anteriormente y, en su lugar,  rescatar  esas  formas  de  evaluación implícitas   en   los   saberes   de   los   pueblos   originarios para darle visibilidad epistémica a su actores, no como actos de bondad sino de justicia. Esto significa visibilizar las prácticas cognitivas de las clases, de los pueblos y de los grupos sociales que han sido históricamente victimizados,  explotados  y  oprimidos  por  el colonialismo  y  el  capitalismo  globales  (De Sousa, 2011).

Es importante resaltar que el aprendizaje se  genera  en  contextos  específicos  con características   epistémicas   de   sus   actores   también  distintas  ¿cómo  alguien  ajeno  de la escuela y de la comunidad puede evaluaros  aprendizajes  de  los  educandos?  Sólo  es posible desde la visión colonial, capitalista y homogeneizante.

Desde  la  antropología,  escuchar  la reflexión  de  los  comuneros  y  educadores indígenas nos permite “pasar de la evaluación a  la  valoración  de  los  aprendizajes  para  el buen vivir [y permite] generar una propuesta de  ‘evaluación’  alternativa  [cursivas  mías]” (Ferraz y et. al., 2019:  42), por eso aquí se afirma quela valoración es inherente en las prácticas socioculturales   de   los   pueblos   originarios   desde el buen vivir  o lekilkuxlejal y es un proceso que se realiza de manera vivencial, concreta, integral, simbólica y situada.

Ferraz y et. al. (2019) indican que un padre de familia o abuelo valora el comportamiento de un niño o niña desde varias dimensiones como   seres   integrados:   el   sentimiento   (su   buen  corazón),  el  pensamiento  (memoria e  inteligencia),  su  involucramiento  con  la madre Tierra y con los demás (acción) y con la espiritualidad. De modo integral, los saberes no  se  demuestran  con  una  prueba  objetiva sino involucra el pensasiento o el pensamiento que  emerge  del  corazón  y,  desde  luego,  su relación con la acción sobre la madre Tierra, por  ejemplo,  un  educando  puede  tener  la máxima calificación en el cuidado del medio ambiente a través de un examen escrito, pero si no es responsable con la basura que genera en su contexto, significa que no está formado desde su corazón y, por lo tanto, no respeta a la madre Tierra, porque aún no entiende que ella también “siente”. Desde esta valoración la tarea del padre o del educador es enderezarle el corazón al educando con otras estrategias de acción, para que comprenda que no basta la memoria o la  inteligencia sino también el buen corazón, y así  actuar para el buen vivir.

Desde  esta  perspectiva  es  importante  la  valoración de los procesos, espacios y actores educativos  de  modo  cualitativo,  vivencial, subjetivo e intersubjetivo, ya que el ser humano es integral y multidimensional, con existencia propia y mediada por elementos simbólicos. Desde  este  punto  de  vista,  la  valoración implica el involucramiento horizontal de los actores participantes en el proceso educativo.

 

METODOLOGIA

Este  artículo  es  producto  de  un  trabajo de  investigación  etnográfica  realizada  en Nuevo  San  Juan  Chamula,  municipio  de Las  margaritas, Chiapas, México, en el 2019, cuya  estrategia  básica  fue  la  observación participante  con  comuneros  y  ancianos  de la  comunidad,  con  el  objetivo  de  registrar las   relaciones,   las   interacciones,   los comportamientos y las prácticas sociales de los tsotsiles.

Además,  se  basa  en  una  experiencia educativa   con   educandos   de   sexto   grado   de   educación      primaria   en   un   contexto   semiurbano    en    la    comunidad    Chichimá    Guadalupe, ubicada en la periferia de la ciudad de  Comitán  de  Domínguez,  Chiapas.  Como estrategia   de   investigación   fue   el   registro   de  subjetividades  en  torno  a  una  actividad escolar y algunas entrevistas realizadas.

Una    ventaja    epistemológica    y metodológica para este trabajo es mi identidad étnica maya-tsotsil, y profesor de educación primaria, es decir, lo eticse entrelaza de modo horizontal  con  lo  emicpor  ser  investigador situado étnicamente y poder establecer una comunicación intersubjetiva con mis iguales, porque supone conocer la estructura temáticadesde el interior de grupo étnico y explicarla con  categorías  científicas  y  locales  de  la realidad.  En  este  sentido,  la  investigación bibliográfica me permitió ver, desde lo etic, las  complejas  relaciones  e  interacciones, comportamientos y acciones, a partir de los cuales se construye la realidad estudiada.

 

RESULTADOS

a)    El  giro  decolonial  de  la  evaluación:  la  valoración del trabajo entre los tsotsiles.

La  evaluación  como  concepto  no  es conocida  por  el  pueblo  tsotsil  de  Nuevo  San  Juan Chamula y no se puede traducir como tal   a   la   lengua   indígena.   El   acercamiento   conceptual más propio es la valoración.

En  un  análisis  discursivo  desde  la  lengua  tsotsil  con  habitantes  de  la  comunidad, la  valoración  de  un  trabajo  se  centra básicamente  en  la  pedagogía  de  la  pregunta  basadas    en    expresiones        interrogativas    como: ¿k’uyenoy a va’btel? o “¿cómo está tu trabajo?” o, en el caso de dependencia laboral de un niño o niña, puede utilizarse: Tajk’eltik a va’btel, que significa: “vamos a ver tu trabajo”, y designa la valoración in situ del trabajo con la  observación  de  los  procesos,  productos y  actores  participantes.  Ambas  expresiones significan  una  mirada  objetiva,  concreta  -y desde el valorador externo- al trabajo para otorgarle  un  valor;  sin  embargo,  desde  el punto  de  vista  antropológico  es  fundamental  la    intravaloración  expresado  en:  ¿k’uyenoy a  vo’ntonk’alalchaa’btej?  o  ¿cómo  está  tu corazón cuando trabajas?”, que significa  una comunicación intrasubjetiva consigo mismo y ésta puede ser entendida como el pensasiento (pensamiento  que  se  siente)  que  emerge simbólicamente  desde  el  corazón  para valorar el propio trabajo. Cuando “no se pone el corazón en el trabajo” vienen los consejos y los ejemplos con: sbejel a vo’ntonxaa’btej o “trabaja con todo tu corazón” y, en su caso, también  se  predica  con  el  ejemplo  con:  xi chapas ti a’btele o “así se hace el trabajo”.

La  última  expresión  con  profundo significado cultural desde el pueblo tsotsil es: ¿me la k’oponbeyajvaltaa’btele? o ¿“hablaste con los dueños de tu trabajo?” y no se refiere al  dueño  terrenal,  patrón  o  empresario en  su  sentido  capitalista  y  colonial,  sino  a los  seres  sobrenaturales,  y  significa  una mirada  subjetiva  e  intercomunicativa  con  las deidades que protegen al trabajo y a los trabajadores, por lo tanto supone una relación horizontal entre los hombres y la naturaleza y en armonía entre estos con las deidades.

Desde    la    antropología,    esta intercomunicación  con  las  deidades  puede  entenderse como un ritual para pedir permiso para el buen desarrollo del trabajo, suplicar agua para una mejor cosecha y buena vida, o de preparación subjetiva del terreno para obtener un mejor proceso y obtención final del producto; en este caso, “la valoración, en cuanto parte del proceso de interaprendizaje, no  solo  se  da  entre  seres  humanos,  sino también entre el ser humano, la naturaleza y lo sobrenatural (Ferraz y et. al., 2019: 44) y, en voz de los ancianos tsotsiles, es: “Si quieres tener buena milpa, háblale a los dueños de la naturaleza y suplícale a la madre Tierra”.

Desde  la  antropología,  la  valoración  es una  práctica  situada  o  contextual  a  través  de un análisis objetivo de la realidad, intra e intersubjetivo consigo mismo y con los demas e intercomunicativo en tanto dialogal con las deidades que protegen a la naturaleza.

La evaluación escolar de los aprendizajes en  su  modo  tradicional  se  realiza  desde  la cultura de la escrituralidad y centrado de modo dominante desde el educador como el sujeto-evaluador  y  el  educando  como  el  objeto-evaluado; en cambio, la valoración del trabajo desde  los  pueblos  originarios  es  vivencial, concreta,  intra  e  intersubjetiva:  es  integral; por lo tanto, todas las actividades escolares que se realizan durante una unidad didáctica, las emociones y sentimientos que se expresan, constituyen  los  insumos  para  la  valoración, por  eso,  escualitativa  e  intersubjetiva,que escapa   de   las   evaluaciones   cuantitativas   y  objetivas  positivistas  imperantes  en  las escuelas actuales.

En  síntesis,  la  valor-acción  significa  el acto de ver cualitativamente in situ el trabajo de una persona, su acción o su espacio para darle un valor y, en su caso, resignificar las acciones o instrumentos para mejorarlo; pero principalmente  significa  una  comunicación interintrasubjetiva  e  intercomunicativa  con los  seres  sobrenaturales,  como  elemento indispensable   para   nuestro   buen   vivir   o   slekiljkuylejaltik, en comunidad.

b)    El    salto    cualitativo    e    integral    de    la    evaluación    escolar:    la    valoración    de    los  aprendizajes  con  procesosintra  e intersubjetivos

El pensasiento expresado en palabras es la explicitación de la subjetividad del educando. En   la   pedagogía   de   la   pregunta   resulta   importante valorar los aprendizajes a partir de las siguientes interrogantes: ¿qué sintieron al  realizar  la  actividad?  ¿qué  pensaron  con la  actividad?  Sentir  y  pensar  son  verbos  a partir  de  los  cuales  emergen  las  emociones  y  los  sentimientos,  ya  que  implica  una comunicación intrasubjetiva, y al comunicar hacia  el  colectivo  o  en  el  grupo  se  convierte  en intersubjetiva.

En  una  experiencia  de  valoración  de  las  subjetividades, en la escuela primaria Ejército Mexicano,  de  modalidad  monolingüe,  se realizó  una  actividad  con  los  alumnos  que consistió  en  visitar  un  taller  de  ladrillos  de  la localidad, que es una actividad productiva principal del lugar, y participar en el proceso demostrativo de fabricación que va desde la remoción de la arcilla en la mina, lacolación, pasando  por  el  moldeo  y  fabricación  del ladrillo,  hasta  parte  de  la  cocción,  con  una duración aproximada de 3.5 horas de trabajo.

Se contó con la participación del director escolar,  22  educandos  y  el  educador, quien  fungía  como  guía,  participante  y, simultáneamente, valorador de las actitudes en todo el proceso pedagógico a través de un registro de las emociones y los sentimientos de los educandos.

De  modo  intersubjetivo  los  educandos comunicaron       emociones       colaborativas.       Brenda,  de  11  años  de  edad,  asegura:  “Lo primero que sentí fue nervios, pero como vi a mis compañeros trabajando, me sentí segura y ayudé a mis compañeros”, es decir, el acto de observar  las  emociones  colaborativas  de  sus  compañeros ella decidió intervenir también, en  otras  palabras,  el  acto  de  aprender  a hacer no necesariamente es con el lenguaje hablado sino, en este caso, con un proceso de comunicación intersubjetiva.

De  modo  intrasubjetivo  los  educandos comunicaron   también   sentimientos   y aprendizajes  críticos  y  de  conciencia  social sobre la actividad productiva local. Esta visióncrítica fueron obtenidas a través de un escrito que realizaron ya en el salón de clases a partir de las preguntas ¿qué sintieron al realizar la actividad?  ¿qué  pensaron  con  la  actividad? Jennifer, de 11 años de edad, afirma: “entendí que es algo difícil trabajar como ladrillero y es un trabajo no muy reconocido”, y Brenda replicó:  lo  más  triste  fue  que  dijeron  que haciendo  poquitos  ladrillos  no  ganaban suficiente dinero para el día”. Involucrar a los educandos  en  actividades  productivas  de  la  localidad implica concientizar sobre la falta de reconocimiento del trabajo, según Jennifer, es  decir,  revalorar  los  saberes  locales  y adquirir conciencia crítica de la realidad para comprender   las   desigualdades   económicas   e  injusticias  sociales  y,  desde  la  pedagogía crítica,  adquiere  sentido  formativo  para  su valoración.

La  incertidumbre  ante  lo  desconocido, la socialización, la participación y el sentido de  la  colaboración,  son  otras  categorías  de análisis  para  la  valoración  de  lo  aprendido.  Karla, de 11 años de edad y que ha crecido en  un  ambiente  urbano,  expresa:  “Me  sentí rara porque nunca había ido a una ladrillera y  me  encantó  ver  cómo  hacían  ladrillos  y mantener mis pies en el lodo”; ella manifiesta una actitud positiva y propositiva de inserción a lo no experimentado, de ir más allá de las barreras sociales que impone la vida moderna y urbanizada, de entender que los saberes del Sur, en su sentido epistémico, también tienen un valor histórico y cultural que la escuela debe reivindicar.

De la misma manera, los sentimientos, la empatía hacia el trabajo local y la prospectiva, como  categorías  de  valoración,  generaron expresiones como: “estaba muy emocionado y feliz y lo que más me gustó fue batir la tierra y hacer cuatro ladrillos” (José, 11 años de edad), “lo que más me gustó fue batir la tierra y hacer los ladrillos y quisiera volver” (Jennifer,  11 años de edad). “Quisiera volver”, fue una expresión recurrente  entre  los  educandos  no  solo  para  reivindicar   este   saber   local   sino   también   para reivindicar la tesis marxista que el rasgo distintivo  del  conocimiento  consiste  en  que el  proceso  de  conocimiento  se  asienta  en  la  práctica, en la actividad material, productiva, de los hombres, que conocen los objetos y los fenómenos en el curso de esa actividad, es decir, considera a la práctica como el punto de partida y base del proceso cognoscitivo” (Afanasiev, 1985).

El  análisis  de  las  subjetividades  de  los educandos   como   una   dimensión   para   la   valoración de los aprendizajes constituye un elemento esencial que no puede explicitarse con instrumentos objetivos y estandarizados como  el  examen  escrito.  Una  evaluación alternativa  e  integral  no  puede  darse  desde  la  exterioridad  del  propio  educando  que se  evalúa,  sino  es  él  mismo  quien  conoce sus  alcances  y  limitaciones  y  de  todas las    categorías    de    valoración    referidas    anteriormente.

 

CONCLUSIONES

Después   de   exponer   las   implicaciones   y  limitaciones  de  la  evaluación  de  los aprendizajes en el ámbito escolar y el sentido sociocultural de la valoración desde el pueblo tsotsil, así como el análisis de las subjetividades de  los  alumnos  de  una  escuela  primaria    a  partir  de  una  experiencia  pedagógica  en  el  ámbito  local,  se  concluye  que  es  necesario superar  la  visión  vertical  de  la  evaluación  delos aprendizajes en su sentido sancionador y clasificador, de dejar de ver al educador como el evaluador unívoco y al educando como el objeto de la evaluación.

Mientras    la    valoración    se    entienda    como  un  proceso  horizontal,  donde  todos los  actores  educativos  tengan  el  derecho  de  decir su palabra, de lo que les gustó y no les gustó, de decir lo que está bien y falta por mejorar,  es  entender  la  función  formativa, democrática y horizontal de la “evaluación”. En este sentido, educadores o directivos no son quienes mandan en un proceso pedagógico sino  que  el  proceso  valorativo implica escuchar  la  palabra  de  los  que  intervienen en  la  comunidad  escolar  para  actuar  y transformar.  Escuchar  las  subjetividades  o los  pensasientos  de  los  educandos  implica  la  comunicación intersubjetiva entre iguales, sin importar las diferencias de edad o la posición social  o  profesional  entre  los  intervinientes.  Un  anciano,  padre  de  familia,  educador o  educando,  como  actores  epistémicos, pueden  incidir  en  las  decisiones  escolares:  no  es  intervencionismo  ni  oportunismo,  es democracia, es darle voz a los sinvoces de la historia en el ámbito educativo.

Analizar los pensasientos significa concebir a  los  educandos  como  actores  epistémicos  y seres cualitativos, como sujetos históricos, trascendentes   e   indeterminados,   con pensamientos propios en búsqueda constante de la libertad y de la transformación crítica de la realidad, que luchan constantemente contra el colonialismo y el capitalismo globales que dominan  incesantemente  los  cuerpos  y  las subjetividades.

Si  el  término  evaluación  aparece  a  partir  del  proceso  de  industrialización  de  Estados Unidos a principios del siglo XX, como indica Casanova,  a  un  siglo  de  distancia,  después de  analizar  sus  alcances,  limitaciones  e intenciones,  urge  otro  horizonte  teórico metodológico y práctico con enfoque crítico y decolonial en el marco de reconocer nuevas miradas   conceptuales   de   acción   educativa   latinoamericana.  Las  formas  de  evaluación vivencial y concreta implícitas en la cultura, según Bertely, permiten abrir otros caminos en el campo de la evaluación educación, pues en tiempos  de  efervescencia  social  necesitamos  humanizar los procesos.

Si    la    evaluación    es    un    instrumento    colonial  y  capitalista  de  dominación,  urge descolonizarla, y es ahora.

 

REFERENCIAS

Afanasiev, Victor (1985). Manual de filosofía. Quinto Sol, México

Bertely  Busquets,  María  (coord.)  (2009b). “Modelo   curricular   de   educación intercultural  bilingüe”.  En:  M.  Bertely Busquets   (ed.),   Sembrando   nuestra educación   intercultural   como   derecho.   Diálogos,   experiencias   y   modelos educativos   de   dos   organizaciones indígenas  del  estado  de  Chiapas.UNEM-ECIDEA-CIESAS-Papeles de la Casa Chata-IIAP-OEI-Ediciones Alcatraz, México

Casanova,  María  A.  (1998).  La  evaluación educativa. SEP, México

Ferraz  Herbetta,  Alexandre  y  otros  (2019). Milpas   educativas   para   el   buen   vivir:   Nuestra  cosecha.  IBERO-CIESAS-REDIIN, México0

Focault,  Michel  (2009).  Vigilar  y  castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI, México.

Santos Guerra, Miguel A. (1993). La evaluación: un  proceso  de  dialogo,  comprensión  y mejora. Algibe, Málaga

Walsh,  Catherine  (2009a).  Interculturalidad crítica y pedagogía decoloniasl: in-surgir, re-existir  y  re-vivir.  En  Medina,  Patricia (Coord).      Educación      intercultural      en      America  Latina.    UPC-CONACYT-Plaza  y Valdés Editores, México